lunes, 17 de agosto de 2009

El Santo de la Espada

El 17 de agosto de 1850, a las 3:00 de la tarde, el reloj de la casa de la 113 Grande Rue de Boulogne Sur Mer se detuvo para siempre, el Libertador de América había pasado a la inmortalidad.
Dicen algunas lenguas, que José Francisco
de San Martín nació en Corrientes y que
era hijo de Rosa Guarú, una indígena guaraní y de Diego de Alvear y Ponce de León, un marino andaluz.
El respeto del Gran Capitán por los pueblos
originarios, sumándolos a la aventura de la emancipación americana, como la constante traición de Carlos María de Alvear a sus campañas, parecen no desmentir este dato.
Pero la dimensión de este compatriota supera
la escala humana, llegando a realizar la hazaña de cruzar los Andes , en camilla,con pésimas condiciones de salud, librando al finalizar este derrotero una de las batallas más importantes de la historia de la humanidad: Chacabuco.
Posteriormente la campaña al Perú y la liberación de medio continente americano, ampliarían aún más sus horizontes.
Tal vez su logro más importante no se halle en el campo de la estrategia militar, su ética personal trasciende los tiempos y su sable, sólo levantado contra los enemigos de la América del Sur y nunca contra sus hermanos, hablan de una moral que lamentablemente no supimos respetar en la construcción de nuestro país.
Cuando en pocos días el soplo del bicentenario toque las puertas de nuestra Patria, la memoria del Santo de la Espada seguramente, nos ayude a reconstruir el gran sueño americano que alguna vez perdimos con nuestras conductas egoístas.
Es esencial para los argentinos unirnos en este objetivo.

Hornero del Sur

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